Fonetos

Shakespeare
Biografia Sonetos 1-35
Sonetos
Fotos Liros
XXXVI Déjame confesar que somos dos aunque es indivisible el amor nuestro, así las manchas que conmigo quedan he de llevar yo solo sin tu ayuda. No hay más que un sentimiento en nuestro amor si bien un hado adverso nos separa, que si el objeto del amor no altera, dulces horas le roba a su delicia. No podré desde hoy reconocerte para que así mis faltas no te humillen, ni podrá tu bondad honrarme en público sin despojar la honra de tu nombre. Mas no lo hagas, pues te quiero tanto que si es mío tu amor, mía es tu fama. XXXVII Como un padre decrépito disfruta al ver de su hijo las empresas jóvenes, así yo, mutilado por la suene, en tu lealtad y mérito me afirmo. Pues sea la hermosura o el linaje, el poder o el ingenio, uno o todos, quien te corone con mejores títulos, yo incorporo mi amor a esa riqueza. Ni pobre ni ofendido soy, ni inválido, que basta la substancia de tu sombra para colmarme a mí con su opulencia, y de una parte de tu gloria vivo. Busca, pues, lo mejor: te lo deseo; seré feliz diez veces, si lo hallas. XXXVIII ¿Cómo puede buscar temas mi Musa mientras tú alientas, que a mi verso infundes tu dulce inspiración, harto preciosa para exponerla en un papel grosero? Agradécete a ti, si algo de mi obra digno de leerse encuentra tu mirada: ¿quién tan mudo será que no te escriba cuando tu luz aclara lo que inventa? Sé la décima Musa y sé diez veces mejor que las antiguas invocadas, y otorga a quien te invoque eternos versos que sobrevivan a lejanos siglos. Si al futuro censor mi Musa encanta, mía será la pena y tuyo el lauro. XXXIX ¿Cómo puedo elogiarte con modestia cuando tú eres de mí la mejor parte? ¿Qué me puede otorgar mi propio elogio y qué hago con tu elogio sino el mío? Vivamos separados, y que pierda su nombre de indiviso nuestro amor, para que pueda darte, al separarnos, lo que mereces tú, tú solamente. ¡Oh ausencia, cuál sería tu suplicio, si tu amarga quietud no nos dejara burlar al tiempo en el amor pensando, engaño dulce del pensar y el tiempo, y no enseñaras a hacer dos con uno, aquí elogiando a quien está distante! XL Toma, amor, todos, todos mis amores, ¿qué más posees de lo que tenías? Ningún amor, mi amor, que sea cierto; pues ya antes era tuyo todo el mío. Si a quien me ama por mi amor recibes, no puedo reprocharte que lo goces, mas te reprocho tu perverso engaño si rechazas mi amor y no al que me ama. Ladrón gentil, me robas y te absuelvo por más que me hurtes mis escasos bienes, y eso que duelen más, amor lo sabe, las heridas de amor que las del odio. Gracia inconstante en quien el mal es bello, no seas mi enemiga, aunque me mates. XLI Las dulces faltas en que osado incurres si de tu corazón estoy ausente, cuadran a tu hermosura y a tus años porque la tentación siempre te sigue. Te querrán conquistar, pues eres noble; te querrán asediar, pues eres bello; ¿qué hijo de mujer, antes que triunfe, dejará a una mujer cuando lo acosa? ¡Ay! deberías respetar mi sitio y a tu edad reprender y tus encantos que en su fuga te arrastran al extremo de violar obligado una fe doble : la de ella, que ha tentado tu hermosura; la tuya, infiel a mí con su belleza. XLII No sólo sufro porque la posees, aunque en verdad la quise con ternura, más hondo es mi dolor porque eres suyo y esa pérdida siento más cercana. Así disculpo vuestra ofensa, amantes: tú la quieres pues sabes que la quiero, y ella me engaña por amor de mí, dejando que mi amigo la haga suya. Si te pierdo, mi amada te recobra, si la pierdo, mi amigo es quien la encuentra; ambos se encuentran y a los dos los pierdo y por mi amor me imponen esta cruz. Pero al ser uno solo yo y mi amigo, ¡oh lisonja! yo soy quien ella quiere. XLIII Veo mejor si cierro más los ojos que el día entero ven lo indiferente; pero al dormir, soñando te contemplan y brillantes se guían en lo oscuro. Tú, cuya sombra lo sombrío aclara, si ante quienes no ven tu sombra brilla, ¡qué luz diera la forma de tu sombra al claro día por tu luz más claro! ¡Ay, qué felicidad para mis ojos si te miraran en el día vivo, ya que en la noche muerta, miro, ciego, de tu hermosura la imperfecta sombra! Los días noches son, si no te veo, y cuando sueño en ti, días las noches. LIII ¿Qué substancia es la tuya, qué te forma que millones de sombras te acompañan? Su propia sombra tiene cada uno pero tú puedes producirlas todas. Si describen a Adonis, su retrato es tu pobre parodia; y te repintan con traje griego si a la bella Helena embellecen con máximo artificio. Si hablan del año joven o maduro, primavera es la sombra de tu gracia y lo es de tu esplendor el tiempo fértil; en todo lo feliz te descubrimos. Contribuyes a toda la hermosura, mas nada se parece a tu constancia. LV Ni el mármol, ni los áureos monumentos, durarán con la fuerza de esta rima, y en ella tu esplendor tendrá más brillo que en la losa que mancha el tiempo impuro. Cuando tumbe la guerra las estatuas y el desorden los muros desarraigue, ni la espada de Marte ni su incendio destruirán tu memoria siempre viva. Irás contra la muerte y el olvido. Acogerá tu elogio la mirada de la posteridad que, consumiéndolo, hasta el juicio final fatigue al mundo. Así, hasta el día en que también te juzguen, aquí estarás y en los amantes ojos. LXI Si nada es nuevo, si lo que es ya ha sido, ¡cómo se engaña nuestra inteligencia cuando, empeñada en busca de invenciones, de un niño ya nacido lleva el peso! ¡Ay, si mirando atrás quinientos años pudiera presentarme la memoria tu imagen en un libro muy remoto, ya que el alma empezó a expresarse en letras! ¡Si pudiera saber lo que inspiraron tus maravillas al antiguo mundo, y ver si es nuestra o suya la ventaja o si los ciclos son iguales todos! Seguro estoy que los pasados genios exaltaron objetos menos dignos. LX Como en la playa al pedregal las olas, nuestros minutos a su fin se apuran, cada uno desplaza al que ha pasado y avanzan todos en labor seguida. El nacimiento, por un mar de luces, va hacia la madurez y su corona; combaten con su brillo eclipses pérfidos y el Tiempo sus regalos aniquila. El Tiempo orada el juvenil adorno, surca de paralelas la hermosura, se nutre de supremas maravillas y nada existe que su hoz no abata. A pesar de su mano cruel, mi verso dirá tu elogio en tiempos que esperamos. LXI ¿En verdad quieres que tu imagen abra mis párpados al tedio de la noche, mientras las sombras que se te parecen de mí se burlan y a mi sueño quiebran? ¿Mandas así fuera de ti tu espíritu, lejos, para que aceche mis acciones y mis horas espíe de flaqueza, que son blanco y dominio de tus celos? No; tu amor, aunque grande, no lo es tanto: es el mío el que me abre los dos ojos, mi propio amor quien mi descanso vence y en centinela para ti se cambia: pues por ti velo mientras te desvelas, muy distante de mi, muy cerca de otros. LXII El pecado de amarme se apodera de mis ojos, de mi alma y de mí todo; y para este pecado no hay remedio pues en mi corazón echó raíces. Pienso que es el más bello mi semblante, mi forma, entre las puras, la ideal; y mi valor tan alto conceptúo que para mí domina a todo mérito. Pero cuando el espejo me presenta, tal cual soy, agrietado por los años, en sentido contrario mi amor leo que amarse siendo así sería inicuo. Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio, pintando mi vejez con tu hermosura. LXV Si la muerte domina al poderío de bronce, roca, tierra y mar sin límites, ¿cómo le haría frente la hermosura cuando es más débil que una flor su fuerza? Con su hálito de miel, ¿podrá el verano resistir el asedio de los días, cuando peñascos y aceradas puertas no son invulnerables para el Tiempo? ¡Atroz meditación! ¿Dónde ocultarte, joyel que para su arca el Tiempo quiere? ¿Qué mano detendrá sus pies sutiles? Y ¿quién prohibirá que te despojen? Ninguno a menos que un prodigio guarde el brillo de mi amor en negra tinta. LXXI Cuando haya muerto, llórame tan sólo mientras escuches la campana triste, anunciadora al mundo de mi fuga del mundo vil hacia el gusano infame. Y no evoques, si lees esta rima, la mano que la escribe, pues te quiero tanto que hasta tu olvido prefiriera a saber que te amarga mi memoria. Pero si acaso miras estos versos cuando del barro nada me separe, ni siquiera mi pobre nombre digas y que tu amor conmigo se marchite, para que el sabio en tu llorar no indague y se burle de ti por el ausente. XCI Unos se vanaglorian de la estirpe, del saber, el vigor o la fortuna; otros, de la elegancia extravagante, o de halcones, lebreles y caballos; cada carácter un placer comporta cuya alegría a las demás excede; pero estas distinciones no me alcanzan pues tengo algo mejor que las incluye. En altura, tu amor vence al linaje; en soberbia al atuendo; al oro en fausto; en júbilo al de halcones y corceles. Teniéndote, todo el orgullo es mío. Mi única miseria es que pudieras quitarme todo y en miseria hundirme. XCIV Tu capricho y tu edad, según se mire, provocan tus defectos o tu encanto; y te aman por tu encanto o tus defectos, pues tus defectos en encanto mudas. Lo mismo que a la joya más humilde valor se da en los dedos de una reina, se truecan tus errores en verdades y por cosa legítima se tienen. ¡Cómo engañara el lobo a los corderos, si en cordero pudiera transformarse! Y ¡a cuánto admirador extraviarías, si usaras plenamente tu prestigio! Mas no lo hagas, pues te quiero tanto que si es mío tu amor, mía es tu fama. CVI Cuando en las crónicas de tiempos idos veo que a los hermosos se describe y a la Belleza embellecer la rima que elogia a damas y señores muertos, observo que al pintar de sus dechados la mano, el labio, el pie, la frente, el ojo, trataba de expresar la pluma arcaica una belleza como la que tienes. Así, sus alabanzas son presagios de nuestro tiempo, que te prefiguran, y pues no hacían más que adivinarte, no podían cantarte cual mereces. En cuanto a aquellos que te contemplamos con absorta mirada, estamos mudos. CXXIII Tiempo, no has de jactarte de mis cambios: alzas con nuevo brío tus pirámides y no son para mí nuevas ni extrañas sino aspectos de formas anteriores. Por ser corta la vida, nos sorprende lo antiguo que reiteras y que impones, cual si fuera lo nuevo que deseamos y si no conociéramos su historia. Os desafío a ti y a tus anales; no me asombran pasado ni presente, pues tus anales y lo visto engañan al transformarse mientras te apresuras. Por mí, te juro que he de ser constante a pesar de tu hoz y de ti mismo. CXLVI Pobre alma, centro de culpable limo a la que burla, indócil, quien la ciñe, ¿por qué adentro sufrir afán y hambre si pintas lo exterior de alegre lujo? Si el contrato es tan breve, ¿por qué gastas ornando tu morada pasajera? ¿Tendrá por fin tu cuerpo sustentar al gusano que herede tu derroche? Vive, alma, a expensas de tu servidor; que aumenten sus fatigas tu tesoro; y cambia horas de espuma por divinas. Sé rica adentro, en vez de serlo afuera. Devora tú a la Muerte y no la nutras, pues si ella muere, no podrás morir. Otras traducciones Cuatro sonetos de Shakespeare en traducción de Carlos Gardini Soneto 23 Cual actor imperfecto que en la escena por temor su parte mal actúa, o cual una fiera embravecida cuyo brío en su ímpetu derrocha, así, intimidado, olvido a veces del amor la perfecta ceremonia y en la fuerza de amor me debilito, del amor abrumado por la carga. Sean pues mis libros la elocuencia, mudos mensajeros de mi pecho, suplicantes de amor y recompensa, más que esa lengua que mejor se expresa. Lee lo que amor callado ha escrito, que es ingenio de amor oír con los ojos. Soneto 107 Ni el alma profética del mundo soñando el porvenir, ni mis temores, pueden a mi amor fijar un plazo que lo encierre en destino limitado. Su eclipse resistió la mortal luna y búrlase el augur de su presagio: lo incierto se corona de certeza, la paz proclama eternos sus olivos. El rocío de esta época fragante renueva mi amor, y aun la muerte es vencida por mis humildes rimas aunque en tribus obtusas cause estragos: y en ellas tendrás tu monumento cuando tumbas de bronce hayan caído Soneto 129 Derroche del espíritu en vergüenza la lujuria es en acto, y hasta el acto perjura, sanguinaria, traidora, salvaje, extrema, cruel y ruda: despreciada no bien se la disfruta, sin mesura anhelada, y ya alcanzada, odiada sin mesura, cual un cebo que desquicia al incauto que lo traga. Desquicio los suspiros, los abrazos, los gemidos del antes y el durante, júbilo al gozar, después penuria, promesa de alegría, luego un sueño. Lo saben todos, pero nadie sabe cerrar el cielo que lleva hasta ese infierno. Soneto 147 Mi amor es como fiebre que delira por el mal que agudiza el sufrimiento, nutriéndose de cuanto el mal preserva para aplacar deseos enfermizos. Mi razón, que en el trance me atendía, al ver su prescripción no respetada, se marchó con enfado, y desespero porque el deseo es muerte sin remedio. Soy enfermo sin cura ni cordura, y, presa de morbosas crispaciones, desvarío en palabra y pensamiento; en vano la verdad me habla al oído, pues juré que eras blanca y radiante, y negro infierno eres, noche oscura. Sonetos de Amor Por William Shakespeare Versión de Manuel Mujica Láinez LXII El pecado de amarme se apodera de mis ojos, de mi alma y de mí todo; y para este pecado no hay remedio pues en mi corazón echó raíces. Pienso que es el más bello mi semblante, mi forma, entre las puras, la ideal; y mi valor tan alto conceptúo que para mí domina a todo mérito. Pero cuando el espejo me presenta, tal cual soy, agrietado por los años, en sentido contrario mi amor leo que amarse siendo así sería inicuo. Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio, pintando mi vejez con tu hermosura. LXV Si la muerte domina al poderío de bronce, roca, tierra y mar sin límites, ¿cómo le haría frente la hermosura cuando es más débil que una flor su fuerza? Con su hálito de miel, ¿podrá el verano resistir el asedio de los días, cuando peñascos y aceradas puertas no son invulnerables para el Tiempo? ¡Atroz meditación! ¿Dónde ocultarte, joyel que para su arca el Tiempo quiere? ¿Qué mano detendrá sus pies sutiles? Y ¿quién prohibirá que te despojen? Ninguno a menos que un prodigio guarde el brillo de mi amor en negra tinta. LXXI Cuando haya muerto, llórame tan sólo mientras escuches la campana triste, anunciadora al mundo de mi fuga del mundo vil hacia el gusano infame. Y no evoques, si lees esta rima, la mano que la escribe, pues te quiero tanto que hasta tu olvido prefiriera a saber que te amarga mi memoria. Pero si acaso miras estos versos cuando del barro nada me separe, ni siquiera mi pobre nombre digas y que tu amor conmigo se marchite, para que el sabio en tu llorar no indague y se burle de ti por el ausente. XCI Unos se vanaglorian de la estirpe, del saber, el vigor o la fortuna; otros, de la elegancia extravagante, o de halcones, lebreles y caballos; cada carácter un placer comporta cuya alegría a las demás excede; pero estas distinciones no me alcanzan pues tengo algo mejor que las incluye. En altura, tu amor vence al linaje; en soberbia al atuendo; al oro en fausto; en júbilo al de halcones y corceles. Teniéndote, todo el orgullo es mío. Mi única miseria es que pudieras quitarme todo y en miseria hundirme. XCIV Tu capricho y tu edad, según se mire, provocan tus defectos o tu encanto; y te aman por tu encanto o tus defectos, pues tus defectos en encanto mudas. Lo mismo que a la joya más humilde valor se da en los dedos de una reina, se truecan tus errores en verdades y por cosa legítima se tienen. ¡Cómo engañara el lobo a los corderos, si en cordero pudiera transformarse! Y ¡a cuánto admirador extraviarías, si usaras plenamente tu prestigio! Mas no lo hagas, pues te quiero tanto que si es mío tu amor, mía es tu fama. CVI Cuando en las crónicas de tiempos idos veo que a los hermosos se describe y a la Belleza embellecer la rima que elogia a damas y señores muertos, observo que al pintar de sus dechados la mano, el labio, el pie, la frente, el ojo, trataba de expresar la pluma arcaica una belleza como la que tienes. Así, sus alabanzas son presagios de nuestro tiempo, que te prefiguran, y pues no hacían más que adivinarte, no podían cantarte cual mereces. En cuanto a aquellos que te contemplamos con absorta mirada, estamos mudos. CXXIII Tiempo, no has de jactarte de mis cambios: alzas con nuevo brío tus pirámides y no son para mí nuevas ni extrañas sino aspectos de formas anteriores. Por ser corta la vida, nos sorprende lo antiguo que reiteras y que impones, cual si fuera lo nuevo que deseamos y si no conociéramos su historia. Os desafío a ti y a tus anales; no me asombran pasado ni presente, pues tus anales y lo visto engañan al transformarse mientras te apresuras. Por mí, te juro que he de ser constante a pesar de tu hoz y de ti mismo. CXLVI Pobre alma, centro de culpable limo a la que burla, indócil, quien la ciñe, ¿por qué adentro sufrir afán y hambre si pintas lo exterior de alegre lujo? Si el contrato es tan breve, ¿por qué gastas ornando tu morada pasajera? ¿Tendrá por fin tu cuerpo sustentar al gusano que herede tu derroche? Vive, alma, a expensas de tu servidor; que aumenten sus fatigas tu tesoro; y cambia horas de espuma por divinas. Sé rica adentro, en vez de serlo afuera. Devora tú a la Muerte y no la nutras, pues si ella muere, no podrás morir.

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